La inmensidad se extiende en mis ojos como el mar, sin orillas. Como el cielo azul e infinito. Como el viento y la brisa que danza por mi cabello. Hay algo en la inmensidad que me hace sentir pequeña, pero también infinita. Me pierdo en su grandeza, pero al mismo tiempo me encuentro en ella. Soy tan pequeña como un grano de arena y tan inmensa como el cielo reflejado en el mar. ¿Cuántas veces he sentido que me ahogo en mis propios sentimientos? Y aun sigo aquí, respirando la inmensidad y sintiéndome parte de ella. La naturaleza no le teme a su grandeza, entonces ¿Por qué habría de temer yo?. En cada ola que rompe en la orilla o en cada hoja que cae en otoño descubro que todo tiene un ciclo, que todo fluye. Así que me entrego a la inmensidad, caminando en la arena mientras las olas borran mis huellas, recordándome que siempre puedo volver a empezar. Porque la inmensidad no es solo lo que me rodea, sino también lo que llevo dentro.